En 1860 existía la necesidad de reemplazar el marfil como material de las bolas de billar, un concurso despertó la competencia entre inventores hasta que en 1907 Leo Baekland creó el primer plástico termoestable. Su resistencia, facilidad y economía en fabricación le otorgaron la popularidad en 1930 con polímeros que hoy también dominan la industria. “Menos mal” que hasta 1950 se pudo desarrollar a mayor escala. Si no hubiéramos adelantado unos años el destino que parece inevitable.
Plastic Soup Foundation
150 años después…
Planeta o plástico es la advertencia que cada vez se hace más popular en diversas publicaciones científicas sobre el gran peligro que enfrentamos como humanidad si hoy no tomamos medidas drásticas para enfrentar la contaminación causante de este derivado del petróleo.
Algunos cálculos indican que nuestra basura asciende a 8.300 millones de toneladas métricas de plástico, donde el principal basurero son nuestros océanos, expertos alertan que para mediados de siglo habrá más plástico que peces.
Aquí no aplica el dicho que no hay mal que dure 100 años porque cada 15 se dobla la producción, porque es más fácil y barato producirlo que reciclarlo. Y es que según una investigación publicada en la revista Science Advances sólo el 9% del plástico en el mundo, es reciclado. El 40% de estos desechos son botellas que el consumidor tal vez usó por 4 minutos mientras bebía su contenido y tardarán 400 años en descomponerse.
En tiempos apocalípticos como el nuestro, es indignante ver comerciales con modelos despampanantes tomar en segundos agua cristalina embotellada, cuando en realidad sabemos que aunque han reducido la cantidad de plástico presente en el empaque, no es ecosostenible desde ningún punto de vista.
Animales de costumbres
Hemos sido ingenuos en pensar que cuando tiramos la basura nos libramos de algo, todo se nos devuelve, en el agua que tomamos y el aire que respiramos.
Comprar un producto libre de plástico en el supermercado es casi misión imposible, los empaques y las etiquetas se han vuelto indispensables para las marcas globales y locales que quieren vender productos iguales que tienen que diferenciar en una góndola.
Y mientras el mundo gira, no todos los consumidores están dispuestos a sacrificar la aparente comodidad de hábitos “difíciles” de cambiar sin la ayuda de la publicidad y el marketing.
Ocho millones de toneladas de plástico terminan en los océanos cada año. La imagen de esta ballena muerta causó conmoción en redes sociales.
No obstante, esa tristeza que producen estas imágenes cómo impactan nuestras vidas con un cambio genuino en nuestros hábitos de consumo.
No se ve una acción contundente para abolir rutinas como llevar en una bolsa plástica con una vida útil de 15 minutos, alimentos esenciales como frutas, verduras, granos, arroz, sin hablar de productos de aseo y cosméticos, que los fabricantes no tienen la intención de empacar con vidrio, aluminio o cartón, medioambientalmente sostenibles.
La buena intención de los empaques de cajita Tetra Pack (100% reciclable pero con un proceso sumamente costoso) termina con la compañía de los pitillos fabricados con polipropileno que tardan cerca de 1000 años en descomponerse.
Tampoco parece concebible dejar de usar los productos casi imposibles de reciclar como pañales desechables, tampones y toallas higiénicas. Muchos dirán que son más prácticos que los de tela o la copa menstrual sanitaria.
Satanizamos a China como el principal contaminante global por la producción del 28% del plástico del planeta; sin embargo, nuestro consumo estimula esa producción que va a parar a los océanos.
La base de la vida marina que es el zooplancton consume plástico, así como los corales, las aves y peces, la ruta para llegar al intestino del ser humano . Un estudio reciente que analizó las heces de personas de países como Reino Unido, Italia, Rusia o Japón, contenían microplásticos. Aunque no se ha analizado el efecto que produce en la salud humana, basta un poco de sentido común para saber que no es bueno.