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Cocaína digital



Mucha paciencia había que tener para meter el dedo en los orificios de los teléfonos análogos y la espera para que diera el tono. La batalla con la antena de la televisión, para buscarle la mejor posición para evitar que la imagen del programa no fuera poseída por ese ruido ensordecedor, la perfección de la imagen solo se alcanzaba cuando uno se quedaba inmóvil sosteniéndola.


En el pasado, la tecnología no podía competir con las pequeñas hazañas de la vida diaria, donde fortalecíamos el carácter cara a cara, porque la necesidad de ser reconocidos no se expresaba de forma virtual ni se traducía en números de Likes, no había lugar para esconderse, éramos nosotros sin filtro.


Hoy, todo es diferente nuestra vida va ligada a un dispositivo con acceso a Internet las 24 horas, que conoce los sitios que frecuentamos gracias a aplicaciones de ciencia ficción, los amigos preferidos y de los que queremos descansar presionando un botón en Facebook y nuestra privacidad en fotos y videos en la nube, ya no queda nada a la imaginación para los que se lucran con las nuevas tecnologías, por algo será que Mark Zuckerberg tapa con cita adhesiva el micrófono y la cámara web de sus dispositivos.


Sin darnos cuenta nos hemos vuelto un tanto exhibicionistas, figuras públicas en Internet con un pequeño o un gran número de seguidores, dependiendo de tu capacidad seductora frente a la cámara y lo contundente de tus mensajes. Lo cierto es que como van las cosas no es difícil imaginar nuestro futuro como lo ambientaron magistralmente en la película de Pixar: Wall E, un mundo lleno de basura, superficialidad y egoísmo.


En tiempo real recibimos las atrocidades que suceden en el mundo, eso nos ha desatado una paranoia hacia la realidad que supera a las películas de terror, desconfiamos de todos los que nos rodean y preferimos estar hiperconectados pero aislados. No es para menos después de ver las noticias donde violaciones, torturas, secuestros, atracos y asesinatos son el pan de cada día. Como dice Gustavo Castro Caycedo, “la televisión nos mató el alma”.


Tener una vida asombrosa y vivir experiencias sin tener que usar el teléfono se vuelve uno de los principales deseos de la gente como si no fuera fácil hacerlo realidad. En la actualidad el tema de discusión entre psicólogos es sobre la adicción a la tecnología, no en vano, la OMS incluyó la adicción por los videojuegos en el listado de clasificación internacional de enfermedades.


Gracias a esa maravilla llamada Internet, establecemos relaciones superficiales con amigos falsos de todas partes del mundo pero también nos reencontramos con amistades auténticas. Pero nuestro pensamiento crítico se encuentra en serio peligro, somos tan manipulables por las grandes compañías de la informática que conocen todos nuestros secretos, que comercian con nuestra información para privilegiar a sus anunciantes.


Pero nada hacemos porque estamos idiotizados frente a la luminosidad de la pantalla, los sitios que frecuentamos son aquellos que refuerzan nuestras creencias, tenemos miedo a la diferencia, a disentir, convertimos nuestras redes sociales en campos de batalla en temas candentes como la política y la religión, lo que nos convierte en presa fácil para el extremismo. Y seguimos siendo vulnerables a Internet y no necesariamente a ser asesinados por un ataque de insultos en mayúsculas.

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